EL PODER ECONÓMICO Y LAS ARMAS DEL CAPITALISMO
La cuestión del poder, un tema generalmente incomprendido por el
común de la gente, a veces desestimado por algunos intelectuales posmodernos,
siempre enmascarado por ciertos propagandistas de la burguesía, es sin dudas un
tema fundamental que debe dilucidar y comprender todo proceso que pretenda ser
revolucionario.
No obstante que, y obviamente de una manera equivocada, muchos
políticos y opinadores perece que sólo entienden el poder como una cuestión
meramente política, exclusivamente relacionada con algunos de los poderes
instituidos, o con determinados movimientos sociopolíticos.
Prevenidos de tal error, con este escrito quiero llamar la
atención sobre un aspecto que, no obstante siendo fundamental, parece estar
oculto o disimulado en ciertas críticas y análisis de la realidad
socioeconómica mundial o nacional: se trata del poder económico capitalista y
sus herramientas de dominación.
Es cierto que este tema que ya fue abordado antes por los
clásicos de la economía, pero resulta que los métodos para llevar a la práctica
el dominio del poder económico por parte de las empresas privadas han
“evolucionado”.
De mi parte, debe destacarse que Venezuela sigue siendo una
economía mayormente capitalista, pero enfrentada a un Estado democrático y
social de Derecho y de Justicia, cuya Constitución propugna unos valores muy
superiores y distintos a los valores esenciales de la economía capitalista. Por
supuesto, este enfrentamiento tenía que originar una pugna inevitable entre
esos factores, cada uno de los cuales está batallando con sus propias armas.
Los ataques devaluacionista a la moneda nacional, el acaparamiento de bienes,
la especulación con los precios y otros métodos de presión de la economía
privada, por una parte; y las regulaciones, inspecciones y decomisos, como
medidas de fiscalización y control legales por parte del Estado, no son sino
las escaramuzas de una batalla mayor e inevitable por el poder.
El poder se entiende entonces como el resultado de un conjunto de
relaciones de fuerzas sociales. Tres son los factores de poder determinantes en
esa compleja madeja de relaciones: 1) El primero de ellos es el poder real
económico, que cuenta con sus propias estructuras, tejidos y metabolismo; 2)
otro es el poder político, que comprende tanto el poder instituido del estado
como el poder constituyente del pueblo; y 3) el tercer poder está representado
por el sistema sociocultural, cuyos rasgos esenciales caracterizan un
particular modo de vida.
Obviamente, hoy día el poder económico de la burguesía ha
diversificado mucho más sus métodos, hasta llegar al extremo de desarrollar
prácticas verdaderamente mafiosas en áreas fundamentales de la economía, con
las que persiguen chantajear o presionar a los gobiernos, para que permitan “la
plena libertad de los mercados y el capital”; o en su defecto, para
desestabilizarlos y derrocarlos cuando ellos no se doblegan a los intereses y
propósitos de la burguesía.
Un buen ejemplo de esas prácticas se puede observar actualmente en Venezuela, donde a pesar de los controles que aplica el Gobierno Nacional a las empresas procesadoras, almacenadoras, distribuidoras y comercios de alimentos, algunas incurren en ilícitos e incumplen con las leyes para crear una mala imagen del Estado y obtener una elevada suma de beneficios. Como una prueba de tal afirmación, diversos medios periodísticos han identificado algunas de esas prácticas en comercios para crear fallas en el abastecimiento de alimentos y otros rubros. Tales prácticas son: el desequilibrio en la distribución, el acaparamiento, el desabastecimiento, la especulación, el mercado negro informal, el contrabando, el cierre temporal de empresas y la manipulación mediática
Contradiciendo las declaraciones de representantes de gremios
empresariales y economistas de la derecha, quienes atribuyen el
desabastecimiento y la escasez a los controles oficiales y a la falta de
divisas para la importación de insumos, el Gobierno Nacional a través del Plan
Conjunto de Inspección y Fiscalización informa haber incautado en los meses de
diciembre y enero últimos más de 19 mil toneladas de alimentos acaparados que pretendían
ser expendidos en tiempo indeterminado y con sobreprecio
Por supuesto, la escasez real o provocada de bienes origina el
consiguiente aumento en la demanda como en los precios de los mismos. Así,
destaca J. C. Gambina (2013), los precios suben y los ingresos populares no
alcanzan. Es una situación que genera insatisfacción y habilita conflictos en
la disputa por la apropiación de la renta y la riqueza socialmente creada.
Otra práctica importante es la que consiste en la gran presión que ejercen los factores económicos de poder para que el gobierno periódicamente ajuste el tipo de cambio y se consuma una devaluación lineal y sustancial de la moneda nacional. En este sentido –explica el economista Simón Andrés Zúñiga (08-02-2013) en un esclarecedor artículo-, los ataques cambiarios que se inician en el último trimestre de cada año, representa un mecanismo de control y dominio en las decisiones de política económica del Estado Nacional.
Entonces, la política económica, y especialmente la macroeconómica, se
convierte en un campo de batalla donde se libra una confrontación por la renta
petrolera.
El venezolano es un modelo de crecimiento basado en los salarios,
la inclusión social y el empleo. Las grandes devaluaciones que se vienen
aplicando puntualmente, justo después del golpe de Estado de 2002, han sido
acompañadas del deterioro del consumo, en virtud de la contracción de los
ingresos familiares.
Evidentemente los grandes beneficiados con las devaluaciones son:
la banca privada, los monopolios comerciales y productivos, los grandes
tenedores de títulos públicos en dólares (incluyendo, hay que decirlo, no pocos
funcionarios públicos bien ubicados y con divisas extranjeras), quienes saldrán
fortalecidos y no sólo tendrán más bolívares, sino que tendrán más fuerza para
pedir más devaluaciones. Mientras que por el otro lado, la devaluación afecta
la dimensión social, en la medida que produce desempleo y caída de ingresos, a
partir de los sectores productivos que salen perjudicados.
Argumentos para explicar la inflación y la devaluación siempre existirán en abundancia, para eso está esa íntima coalición de sectores mediáticos y de economistas liberales que todo el tiempo buscan racionalizar y justificar la codicia y el fraude por parte del poder económico-financiero. Aunque, tal como apunta Gambina, en un sano juicio debe reconocerse que:
“Es cierto que los precios se modifican por circunstancias globales que inciden en los importes en que se comercian las materias primas y los alimentos, tanto como en las variaciones del tipo de cambio, que es también un precio, el de las divisas contra una moneda nacional”… Que “no todos los países manifiestan del mismo modo las variaciones globales de precios, ya que existen los Estados nacionales y sus “políticas económicas” para mediar e intervenir en el mercado de compra venta, local, regional, o del mundo”.
“En todos los casos es una cuestión de poder, sea en el mercado o
en el estado, de poder fijar precios, de potestad para imponer precios, de
ocupar posiciones que permiten vender bienes y servicios a esos precios
elevados”…“Es una cuestión de poder, y la inflación es también una cuestión de
poder, de poder subir o reducir los precios. Es una batalla, y ya se dijo que
en ese combate lideran los patrones y las mediaciones legales, políticas,
incluido el propio Estado”… “Como batalla que es, expresa una correlación de
fuerzas”… “Sin afectar esas relaciones de dominación resulta difícil dominar la
inflación”